Yo creo que la
sociedad o “nuestra sociedad” (la de ellos, no la mía) existen para los que
creen en ella. Pasa con esto lo mismo que con aquellos sujetos que toman
cocaína. En cuanto, probaron ese alcaloide, dicen con el tono más lleno de
suficiencia que puede conocerse:
-Hoy todo el
mundo toma cocaína.
Y todo el mundo,
como es natural, son ellos y otros cuatro gatos.
Para el que no
cree en “nuestra sociedad” (la de ellos), ésta no pasa de ser un conglomerado
de personas que tienen o tuvieron dinero con una
antigüedad no inferior a la de cien años
de residencia en el país. Pongamos este ejemplo. Estamos en el año 1930. Yo soy
un fulano, el fulano Roberto Arlt que escribe en un periódico. En el año 1950 o
1960, reviento y empiezo a tener talento. Si tengo algún hijo malandrino,
desalmado e inteligente y que sabe robar a sus prójimos, este hijo en el año
sesenta, explota mi nombre, mi prestigio, además explota su sagacidad, su
desvergüenza, su falta de escrúpulos, se casa con alguna muchacha de plata y el
año 1980, tenemos en la Argentina, unos Arlt aristócratas, pilletes y
desvergonzados hasta decir basta, que donde vayan explotarán el nombre del
abuelo que fue escritor…e incluso inaugurarán, si a más no viene, estatua del difunto,
con un aire extraordinariamente compungido. Y estos Arlt malandrines y
sinvergüenzas, inventarán historias fantásticas, dirán que su abuelo era un
aristócrata, o que el padre de su abuelo, harto de vivir en Europa entre
algodón en rama, se vino a América a civilizar a sus naturales. Todas estas
enormidades grotescas, constituyen en el presente una estupidez y en el futuro
lo que se llama “abolengo”. El “abolengo” es la necedad y la necesidad
embotellada cien años en una garrafa que el tiempo va dorando con
mentiras.